Íntegramente mundo
Si yo fuera un hombre me gustaría ser un observador. Tal vez opinaría cuando nadie se dé cuenta, cuando todos estuvieran distraídos, o escribiendo en una hoja que luego quemaría, o escondería aquel papel en los lugares más recónditos de mi alma. Antes de realizar una conjetura, una duda, un desacuerdo, me mordería la lengua diez veces. Si luego de esas diez veces todavía seguiría pensando lo que pensaba, quizás, esbozaría un leve signo de opinión. Pequeño. Pero contundente.
Seguramente si fuera hombre dudaría tanto, tanto, tanto… No pasaría ni un solo día sin realizarme preguntas absurdas sin respuestas, aquellas que se tornan casi inadmisibles de tanto hacerlas, década tras década, milenio tras milenio. Aquellas que probablemente no tengan respuestas, y si la tienen, no las encontraría en este mundo humano. Tan humano. Tan cactus.
Cactus porque hay muchas especies de humanos. Los irascibles, los frustrados, los alegres, los indiferentes, los perfumados, los coloridos, los brillantes. Pero todos asociados a esa abstracción con la que se asocia inmediatamente a los cactus: la soledad.
Porque el hombre es un desierto. Miento. El hombre es un oasis en un desierto. Y no hablo de cierto desierto desierto. Sino de “El desierto”. En el que todo hombre reside alguna vez mientras vive en el planeta tierra. Lo acompaña, le da la mano, lo mira de soslayo y lo señala con la mirada mientras recorre el pleno centro de la multitudinaria Capital Federal. Pero aunque tenga mucho, no tiene nada. El centro es solo el oasis del desierto de su alma.
Indudablemente si yo fuera un hombre, me convertiría en un cactus dado vuelta. Pincharía para adentro, comería mis propios frutos y comenzaría a ser el desierto de un oasis.
Tal vez construiría una casa entre montañas y viviría de la botánica.
Porque de todos modos, la vida no se trata de estar rodeado de mundo pero sentirse completamente solo, sino de estar envuelto en soledad y sentirse íntegramente mundo.Jesica
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