sábado, 21 de mayo de 2011

Reflexiones dentro de un libro

Si tan solo pudiera encontrar la clave para volver el tiempo atrás que encontré hace tantos años no tendría que preocuparme por mi futuro actualmente.
Recién casados dijo el cura y nos miramos sin dirigirnos una palabra, tal vez porque ya sabíamos lo que pensamos en ese momento, que la eternidad, era mucho tiempo. Ella de familia de clase media, inteligente y valiente. Yo de clase alta sin mucho que preocuparme por mi destino económico, mi verdadera preocupación era la idea de sentirme viviendo en una vida lineal como la de mis ancestros hasta ese momento. Una vida perdida en lo que debo hacer y sin recordar lo que deseo hacer. Volviendo una vez más al mismo principio y el final dentro de un cuadrado de vida ideal.
Como les contaba, nos casamos, ella era hija de un amigo de mi padre y prácticamente se podía decir que sentía una responsabilidad hacia ella de cierta forma. Todo parecía ideal, casa nueva, auto, una mujer bellísima, pero sin embargo sentía un vacio inmenso dentro de mí que no me permitía respirar el aire fresca de mí alrededor.
 Mi trabajo como pintor dejaba mucho en la casa ya que ganaba bien, sin duda, por mis atributos de ser hijo de un empresario que cumpliera mis caprichos cuando me plazcan. Pero ese vacío seguía rebotando en mi mente, así que sin más esperar comencé a experimentar sobre nuevas opciones de vida, y decidí embarcar mi mundo en la lectura, tal de este modo encontraría respuesta a mis problemas inconclusos.
 Como cualquier otro individuo me dirigí a la librería más cercana y tome el primer libro que me llamo la atención. Nunca fui de consumir bibliografía clásica y ordinaria siempre me gusto innovar. Así encontré un libro de tapa violeta, bastante antiguo, que estaba cerrado, al parecer desde hace años, archivado, con polvo y telarañas. De cierto modo, me pareció descuidado, y de alguna forma me identifique y lo tome. -¿Cuanto cuentas? -Pregunte con una sonrisa un poco soberbia ya que en el estado del libro debía ser donado o algo así, - No está a la venta señor- Me contesto el hombre de la librería sacándolo de mis manos y colocándolo de nuevo en su respectivo lugar. Jamás alguien se había atrevido a negarme nada y esta no iba a ser la primera vez. Así que decidí, dar media vuelta y retroceder, cuando el dueño de la librería se dio vuelta para seguir con su trabajo archivando libros, lo tome sin descuido y con cuidado si que se diese cuenta, luego me marche sin mirar atrás.
Al llegar a casa, ya era de noche y mi mujer estaba preparando la cena, comimos, ella se fue a recostar yo decidí quedarme mirando televisión como de costumbre, aunque esta vez fue solo para disimular mi incomodidad por lo sucedido en aquella librería, no me sentía apto a responder preguntas de cómo lo había conseguido, ya que había sido de uno modo poco convencional y hasta mal visto socialmente.
Sin más prejuicios me senté en mi viejo sillón y mire fijamente el libro, sentía como si me llamase, casi gritando mi nombre, comencé a prestarle menos atención ya que no debería de ser tan importante como se mostraba en la tapa. ¿Que podía decirme un libro que no sepa de la vida que llevaba? Pero sin embargo el libro seguía ahí, quieto, inmóvil, gritando mi nombre y queriéndome hablar, sin más pensarlo decidí esconderlo en la biblioteca para poder concentrarme en la repetición del partido de futbol que solía mirar todos los domingos a media noche. No pude, me sentía inquieto, curioso, ansioso. Sin pensarlo corrí a la biblioteca y sigilosamente me acerque a él lo tome como quien toma un trofeo o un logro en sus manos pero al abrirlo, me di cuenta de que en realidad el libro que tanta  curiosidad sentí al encontrar estaba en blanco, cada página numerada y sin una mínima palabra escrita. Al finalizar el libro solo pude ver con un gran asombro que contenía la frase “sabía que me encontrarías, ahora haz algo tu para cambiar esto” y  la firma de mi padre, el que yo creía tan estructurado, y centrado en su vida materialista.
Ese día un libro, un objeto con vida propia, pudo hacerme entender que en realidad sabia menos de lo que pensaba, lo que me hizo reflexionar sobre mi vida misma y darme cuenta de que en realidad mi padre que yo muy pre juicioso juzgaba también había sido un soñador que tan solo se dejo llevar por más de uno, y siguió el ritmo de la igualdad de la multitud, quizá para alguna vez pensar en darme un futuro a mí. Y hoy me toca poder cambiar ese fututro.

Vamos a ver si salio jeje

Guada

2 comentarios:

  1. ¡Hola Guada! me gustó... tuviste una idea interesante. Lo que sí te invitó a que lo releas y vas a ver que vas a encontrar un par de errorcitos jaja.. beso ;)

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  2. Es hermoso, Guada!!!!!!!!!!! siento que lo escribiste desde el corazon...

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