Este relato transcurrió en una escuela bonaerense situada en el conurbano. La docente que me redactó la historia se llama Mabel y tiene 58 años, de los cuales 25 ha vivido en la escuela.
La historia, como bien dije con anterioridad, se suscita en una escuela del gran conurbano bonaerense, más precisamente en el partido de Vicente López. Algunos imaginarán una escuela sitiada por la violencia y los asaltos, periférica a un barrio marginal y con alumnos que no tienen la mínima perspectiva de continuar su vida mañana. Sin embargo, nada tiene que ver esta escuela pública con aquella que imaginamos. La escuela número 206 de Vicente López, es una escuela humilde, es verdad, pero no es una escuela desmembrada, no es un lugar de desencuentros y debilidades, aún cuando en su interior se perciban diariamente rasgos del afuera desigual e injusto.
Mabel es docente del área de lengua, en ese entonces estaba al frente del 4° año de la vieja secundaria y tenía a su cargo 35 alumnos adolescentes con diferentes situaciones de vida, distintas necesidades y muy diversos niveles de prioridades. Sonó la hora de ingresar al curso, era la media mañana y Mabel tenía preparada una clase de historia de la pre conquista para obsequiarles a sus alumnos.
Ahí estaba Andrés, un adolescente de 16 años con muy pocas perspectivas de futuro (según lo que se comentaba en la sala de profesores), entonces Mabel comenzó a relatar la historia de aquellos pueblos originarios, de sus culturas, su religión, la identidad relacionada con nuestra cultura, etc. Perspicaz en la ardua tarea de enseñar, Mabel observó que, precisamente Andrés estaba prestando mucha atención al relato que ella estaba haciendo de esas sociedades antiguas. Entonces, al finalizar la clase Andrés se le acercó y le preguntó cómo podría seguir investigando por cuenta propia acerca del tema; Mabel esperanzadoramente sorprendida le dió una infinidad de títulos de libros en donde podría saciar sus ansias de arqueólogo.
Pasaron muchos años hasta que Mabel pudo dar nuevamente con su alumno y un día al salir del quiosco que quedaba en la esquina del colegio, ambos se encontraron en una sonrisa cómplice. Andrés ya no era un adolescente sin futuro, todo lo contrario, le confesó a Mabel que a partir de aquella clase algo se despertó en él y que, al finalizar la escuela secundaria, decidió estudiar la carrera de Arqueología. Se mudó a San Juan cuando tenía 20 años y en la universidad de esa provincia se recibió de arqueólogo.
Mabel sintió una gran satisfacción al escuchar aquel relato, pues recordaba aquellas mañanas de desolación cuando entraba en aquel curso y era cómplice del desinterés que demostraban algunos alumnos. Ese día, cuenta Mabel, “yo sentí que el esfuerzo valió la pena, porque pude lograr que aunque sea uno, de todos aquellos, consiguiera torcer el curso de su destino y emprendiera un nuevo camino. De eso se trata la tarea de educar, de conseguir lo inalcanzable, de torcer voluntades, de lograr despertar el interés del alumno por aprender”.
Muy bueno... una frase para resaltar: "De eso se trata la tarea de educar, de conseguir lo inalcanzable" :)
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