Se podría generalizar una opinión y decir lisa y llanamente que es posible estar totalmente de acuerdo con los textos leídos. No obstante, es preciso aclarar que esa respuesta es bastante vaga y globalizadora, y no tiene especificaciones de ningún tipo. De más está recordar que la consigna del trabajo es otra. Por ende, prosigo a extender un poco (aproximadamente dos páginas), la determinante frase “estoy totalmente de acuerdo”:
Tomando el primer texto expuesto en el presente trabajo “Reflexiones sobre prácticas de lectura literaria en escuelas en contextos de pobreza y exclusión social”, se puede decir, primeramente, que resultan certeras y enriquecedoras las prácticas escolares usuales que plantea la autora. Más que nada porque las contrapone a desafíos que puede realizar el docente para mejorar su propia práctica. Cabe preguntarse si es posible lograr los objetivos tentados por Armesto. Por ejemplo, si se amplían las búsquedas de información ¿el alumno las va a utilizar) Y en todo caso, si las utiliza ¿usará el típico método de copiar y pegar o intentará comprender? ¿tratará de asignar un sentido a lo que lee? Si se diversifican las lecturas literarias, y dichas prácticas de lectura comienzan a se cotidianas y no extraordinarias ¿los alumnos estarán interesados? ¿cómo lograr el interés? Claro que la autora respondería que para eso están las reflexiones sobre las prácticas, reflexiones que se pueden consultar con un colega; recapacitaciones que la Didáctica debería tener en cuenta. Pero querida Armesto, podríamos responderle, estamos hablando de chicos que viven en contextos de pobreza y de exclusión, jóvenes que tienen hambre y que probablemente, cuando uno está intentando arduamente buscar una coherencia a un texto, y de alcanzar la preciada experiencia estética, están pensando en el sándwich de jamón y queso y el vaso de mate cocido caliente que les espera en el recreo. No obstante, probablemente Ana García nos diría que los cambios sirven justamente para probar cosas nuevas, para mejorar, para crear seres pensantes en vez de seguidores de una línea que nos marcan. O tal vez, eso lo diríamos nosotros luego de leer el texto comentado justamente en estas páginas. Porque, sinceramente, si uno se queda “en el molde” pensando en las dificultades que presentan a los niños en el momento de leer son, precisamente, por el medio social donde pertenecen, nunca se va a llegar a ningún lado. Otro punto: resulta interesante remarcar las implicancias a las que la autora hace referencia, ¿por qué? Porque tal vez, si el niño estaría al tanto de que a través de la lectura puede conocer otros mundos (incluso hasta puede conocer el suyo propio), si estaría al tanto que la literatura es parte de la cultura, si tendría conocimiento que a través de las letras puede encontrar una ayuda para formar su propia identidad… tal vez de esa forma, se le despertaría el bichito de la curiosidad y comenzaría a sentir lo que todo lector siente cuando encuentra la experiencia estética.
Llegados a este espacio, resulta indispensable un punto y aparte para poder tomar un poco de aire.
Listo. Se continúa luego, con algunas reflexiones sobre “La lectura como práctica cultural”. Antes que nada, se pueden hacer dos llamados de atención. Por un lado al hecho de que las experiencias y ejemplos citados en el texto, pertenecen a otro país. Dicho país es México. Pero el llamado de atención se realiza, puesto que tiene mucha similitud con prácticas y experiencias que suceden o sucedieron en nuestro país, Argentina. Por el otro, al hecho de que es cierto que existen manuales en los que no se contempla la presencia del docente, y por ende pueden suceder cosas imprevistas. Pero también es cierto que en prácticas con seres humanos siempre suceden cosas inesperadas, ya que siempre fuimos, somos y seremos, seres imprevisibles.
En referencia a los cuatro ejes, resultan productivos ya que la autora reflexiona sobre cosas que uno ve y no piensa. Como por ejemplo como se evidencian las maneras de leer de cada persona gracias a las marcas y/o huellas, que se dejan irrevocablemente en él. Se puede destacar algo que queda inevitablemente explícito: que también quedan impregnados, en los materiales impresos, rastros de las maneras de no leer. Y sinceramente, en etas dos páginas se opina que los libros totalmente ilesos de torturas humanas, son lindos nada más cuando son nuevos y todavía se puede sentir ese aroma a virginidad. Luego se sabe que ese libro ya fue usado y a veces hasta se miran las huellas con cariño.
Regresando a Rockwell y su texto, se encuentran similitudes con el de Armento, puesto que en ambos se hincapié en la diversidad de textos, en enriquecer las prácticas docentes y se resaltan hechos que suceden usualmente en las aulas, marcando también que existen vías para el cambio.
Tal vez sea verdad, tal vez haya que cambiar, y en este preciso momento nos encontremos en un proceso de reflexión, en donde se aproxima una nueva visión de la cultura letrada. Tal vez exista tanta cantidad de gente pobre, y de gente pobre e ignorante, y no ignorante pero si menospreciada, quizás inconscientemente, por su condición (causa por lo cual muchos docentes ni siquiera intenta iniciarlos en el mundo de la lectura cotidiana), que hayamos tocado invisiblemente el fondo. Y estas nuevas ideas de cambios sean la punta de un iceberg que de a poco comienza a salir a la superficie- Acaso cabría preguntarse si estas ideas de cambios en la mentalidad del docente (y de la gente en general, porque animarse a más siempre da pereza), hayan estado siempre en las mentes de pensadores a través del tiempo y da la casualidad que nunca leímos a ninguno, salvo aquella vez…
En todo caso, en estas últimas líneas, en donde uno se da cuenta que dos páginas no alcanzan para plantearse un “estoy totalmente de acuerdo”, aunque…
Nota:
La reflexión presentada en la página anterior se vio afectada por falta de páginas en la consigna del trabajo.
En realidad, todo es parte de la reflexión. Porque quizás, lo ideal es que uno debería animarse a pasarse unas líneas para completarse a sí mismo, para ayudar a completar al otro. Pero eso sí, sin perjudicar a nadie en el camino.
El final de la reflexión es el siguiente:
“(…) sinceramente lo esté. Porque en la vida, como en el papel, las cosas hay que reflexionarlas para contemplar que el cambio puede ser posible”.
Fin
Jesica Pignalberi
Bibliografía:
Armesto, Ana María, “Reflexiones sobre prácticas de lectura literaria en escuelas en contestos de pobreza y exclusión social”.
Rockell, Elsie, “La lectura como práctica cultural: conceptos para el estudio de los libros escolares”. México 2001.
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