miércoles, 20 de junio de 2012

Reflexión de "Mal de escuela":

Hace un tiempo que estoy mirando una serie de televisión, llamada "Gray's anatomy". Quizás no tiene nada que ver con nada, pero al leer la novela de Pennac, recordé un capítulo de esa serie: una cirujana afirma que nunca va a dejar la cirugía, solamente iba a salir del quirófano muerta. A raíz de esto, otro cirujano le hace ver que en algún momento de su vida, va a perder el pulso y deberá dejar de operar.
Tanto los cirujanos como los docentes, deben pensar y repensar en su práctica, porque hay vidas (de una u otra forma) que dependen de ellos.

Las frases seleccionadas se pueden relacionar con la revisión constante de la práctica, que se supone, debe realizar cada docente. Muchos profesores afirman y reiteran que las cosas no suelen suceder como uno las prevé, pero eso sirve para crecer. Por eso, ante las fallas, se debe volver a empezar.
Aunque Pennac a lo largo de su novela parece seguir esta línea ideológica, llegando al final suelta aquella frase "al mal profe no lo puedes reparar".
A primera vista parece existir una contraposición de ideas. Pero luego, observando atentamente, se puede enlazar con aquella "necesaria desaparición como profesor". Tal vez, lo que Pennaz nos quiere decir, es que hay un tiempo para todo: tiempo para fallar, para reflexionar, para triunfar y para abandonar. Y uno debe reconocer especialmente esta última, cuando se torna, como dice Pennac, "necesaria".

Creo que Pennac intenta decirnos esto: que no abandonemos, y que volvamos a empezar hasta que el pulso comience a fallar.

Pignalberi Jesica


domingo, 17 de junio de 2012

A mi padre


AÚN NO SÉ  CON QUÉ POESÍA
EL DIOS BACO TE CONVENCIÓ
PARA SENTARTE A SU DIESTRA
EN TU JUVENTUD EN FLOR.

OLVIDÁNDOTE  DE TUS RETOÑOS
Y ALEJADO DE TU AMOR
ALEGRAS CON TUS PAYADAS
DESDE AQUEL INFINITO ADIOS.

YA NO QUEDAN EN MI SANGRE
TU BOHEMIA Y EL  DOLOR
SINO TODOS LOS RECUERDOS
 QUE HE TRANSFORMADO EN FLOR.

ROSAURA JUÁREZ

A MODO DE DESCARGO


   No!  No puede ser. Un cero...
   Un cero ubicado  en el margen dejaba sin derecho a objeción a cualquiera que quisiera convencerla de que había estudiado y bien que lo había hecho. Más de cuatro horas tratando de desandar el camino de números a partir de los ejercicios resueltos en la última página del Tapia de tercer año.
   Eso no es justo , teniendo en cuenta que las clases teóricas habían sido todo un desperdicio y no por falta de interés en aprender sino, más bien por cuestiones que se pueden justificar y que como lector me dirá si fue adecuado.
   Segunda clase de trigonometría. Menudo tema que requiere no sólo concentración sino un sinfín de conocimientos anteriores, para poder levantar el velo del razonamiento.
   Día muy frío y sin estufa en el aula, lo que contribuyó a que la profesora se ataviara con algún saco que a las apuradas atrapó de su placard. Pequeño descuido: ruedo descosido.    Una hilacha como de quince centímetros colgando del ruedo.
   La profesora explica. La hilacha  se  mueve, baila al compás  de la música trigonométrica.¿cómo no mirarla? Si su balanceo erótico embruja y en ella puedes ver danzarinas árabes, mujeres alegres de tribus lejanas   y te preguntas ¿por qué bailan?       ¿ es un rito?¿eligen a su amor?. A  veces frenéticas, otras ,con suave  balanceo, llevan un ritmo que también me atrapa.
   Fin de la clase. Las bailarinas desaparecen y miles de números están ante mí. No los comprendo.
   Última  clase de trigonometría. Escondido en la carpeta, un libro con pequeñas letras. Guillermo Federico Hegel. “La existencia de la nada, porque si se la puede nombrar existe”. Concierto de números que tampoco existen, sólo la construcción colectiva le otorga su efímera existencia y es poco importante para mí...Tal vez si me pongo un poco de costado, podría seguir leyendo un poco más...sólo un renglón...una estrofa...una hoja...”la existencia de la nada..”
¡Usted no va a entender nada sino presta atención! Esos van a ser los resultados que va a tener a fin del trimestre. Enojo ¿con causa?
   La clase ha terminado. Nada  de números aprendí.
   Es por ello , que apelo a usted para realizar mi descargo porque si la hilacha no hubiese existido y la existencia de la nada no hubiese perturbado mi pensamiento ,podría haber entendido trigonometría.

Rosaura Juárez

jueves, 14 de junio de 2012


MAL DE ESCUELA

Daniel Pennac

“¡Ah, sí, la partida de las golondrinas! Cada año, hacia la misma fecha, se dan cita en el tendido eléctrico. (...) Vuelan a toda velocidad. Llegan del norte en batallones hitchcockianos, rumbo al sur…” “… Es grande el espacio entre ambos postigos, bastante para dar paso a todos los pájaros de cielo. Y sin embargo nunca falla, ¡tres o cuatro de aquellos idiotas se la pegan siempre contra los postigos! Es nuestra proporción de zoquetes. Nuestras nulidades. No están en la línea, no siguen el camino recto, retozan al margen. Resultado: postigo. ¡Ploc! Caída en la alfombra. Entonces uno se levanta, toma la golondrina atontada en la palma de su mano —no pesan nada, esos huesos llenos de viento—, aguarda a que despierte y la manda a reunirse con sus compañeras. La resucitada emprende el vuelo, un poco sonada aún, zigzagueando por el espacio recuperado, luego se dirige directamente hacia el sur y desaparece camino a su porvenir.”

Esta hermosa metáfora nos hace reflexionar sobre el importantísimo papel que cumple un “buen profesor” en la metamorfosis de los “malos alumnos”. Un buen profesor, recoge sus golondrinas golpeadas, las cura y les señala el camino.

Los  “buenos profesores” son aquellos que ven en sus alumnos zoquetes algún porvenir, que lo intentan todo, aunque todas las estadísticas digan que el destino de ese zoquete es la nada, que van más allá de sus fuerzas y de sus ganas,  que posan su mirada cargada de esperanza sobre el zoquete, alentándolo, buscando algún resquicio por donde llegar, tratando de encontrar alguna luz indicadora del camino por donde seguir.

Los buenos profesores son aquellos que se preocupan en revisar sus prácticas, en readaptarse a los cambios, a los nuevos alumnos, son los que  no se quedan en el recuerdo de: “en mis tiempos era diferente”; son los que enseñando, aprenden cada día más, y sólo  aprende aquel que está dispuesto a cambiar, a cuestionar su modo de proceder habitual para sustituirlo por otro mejor, más eficaz, para lograr con ese cambio que sus estudiantes aprendan todavía más.  Esos son los buenos profesores que perduran en el recuerdo de sus alumnos.

Al pasar  los años, quizás alguna primavera los traiga de regreso como esas golondrinas que ellos curaron cuando se golpearon contra los ventanales. Ellos, que perdieron el rumbo y pudieron seguir  la línea para reunirse que los que sí siguen la buena senda, la senda del triunfo, la senda que la sociedad juzga correcta, sin pensar que solamente se podría haber intentado una mirada más profunda para ayudarlos a llegar más lejos de lo que los demás esperan.

Quizás el destino un  día los pone en la misma vereda que caminamos, en el mismo bar que tomamos un café y nos reconocen. Reconocen al que los tuvo en la palma de  la mano cuando sus cuerpos pesaban menos que el aire, pero sus ansias de rebeldía zoquete pesaban más que una bolsa de plomo.

Glorialva Mabel Cabrera

miércoles, 13 de junio de 2012

Cuento pedagógico


-          ¿Literatura?

-          

-        Yo no tengo nada que ver con ella. Enseño matemática, eso es lo que realmente les va a servir cuando tengan que salir a la calle a ganarse el mango. Además… literatura éstos… ¡Si ni siquiera saben escribir!

El primer profesor respiró hondo llenando suavemente sus pulmones. Se acomodó nuevamente en su silla y con voz tranquila dijo:

-          Yo creo que todos están hechos de palabras, tejidos con gramática, llenos de discursos, incluso aquellos más silenciosos o que tienen poco vocabulario; todos están y estamos llenos de literatura, todos tenemos algo para contar.

-          ¡Ja! – exclamó el segundo profesor. – Si les encuentra al menos una neurona lo felicito.

Por un momento, las cejas del primer profesor se fruncieron. Estaba molesto, sí. Molesto con el segundo profesor por no creer en sus alumnos, pero molesto también consigo mismo por no haber encontrado la manera de llegar a ellos.
En ese momento su mirada cambió y sus ojos se posaron en los del otro profesor de mirada escrutadora.

-          Cada alumno toca su propio instrumento – comenzó a decir el primer profesor -  no vale la pena ir contra eso. Lo delicado es conocer bien a nuestros músicos y encontrar la armonía. Una buena clase no es un regimiento marcando el paso, es una orquesta que trabaja la misma sinfonía. Algunos serán sólo un pequeño triángulo, pero serán un triángulo excelente y estarán orgullosos de la calidad que su contribución confiere al conjunto. El problema es que queremos hacerles creer en un mundo donde sólo cuentan los primeros violines.

-          Sí, claro. Usted es muy utópico. Con estos pibes…, no hay con qué darle.

-          No, creo que el problema es que algunos se creen Beethoven y no soportan dirigir una orquesta municipal. Todos sueñan con la Filarmónica de Berlín.
El sonido del timbre irrumpió en esa pequeña sala de profesores. El segundo profesor puso un gesto cansado y tomó sus cosas para retirarse al aula. Unos segundos más tarde, el primer profesor también se levantó y se encaminó a su aula con paso firme.

“Los mejores docentes no están en las mejores escuelas,
están en el lugar que más se los necesitan”.

Julián M. C.
"Mal de escuela" de Daniel Pennac

Este es uno de los últimos libros de Daniel Pennac con el que hemos venido trabajando estas semanas en el profesorado. Aquí compartimos un breve resumen y comentario sobre el libro. Próximamente iremos subiendo nuestras propias producciones basadas en la lectura del libro.



 “Mal de escuela” es un libro que versa sobre ese eterno tema de debate que es el fracaso escolar. El acierto de Pennac es enfocar la visión de esta obra directamente sobre el mal estudiante, de modo que singulariza cada individuo de esa estadística negra que mancha todo sistema de educación.


Daniel Pennac fue un mal estudiante, lo que él mismo llama “un zoquete”, y esa circunstancia le permite abordar el espinoso asunto desde una perspectiva pegada a la realidad, lejos de retóricas de despacho. Su experiencia como profesor durante veinticinco años, en muchos casos impartiendo clases a alumnos especiales, le concede también el punto de vista de quien está al otro lado, tratando de trabajar día a día con alumnos desmotivados, que se empeñan en levantar con esfuerzo una barrera entre ellos y el conocimiento.


Pennac nos dibuja así el retrato de un alumno que no pretende ser rebelde, que no es necesariamente poco trabajador, pero que no rinde en clase, simplemente porque no comprende. En algún momento se ha descarriado, separándose del resto de la clase. Incapaz de asimilar alguna noción y perdido el pie, la distancia entre el grupo y él se va haciendo cada vez mayor. Convencido de su incompetencia, el alumno se rinde.


Ante esta situación, profesor tras profesor se aferra al conocido recurso de “Le falta base”, para abandonar a su suerte a un náufrago que se hunde y que, entonces sí, puede adoptar esa actitud de rebeldía o de ser incomprendido que tanto gusta entre los adolescentes. Pero su fracaso es el del profesor que no acierta a derribar la barrera que le separa de la materia que debe dominar, y que prefiere encogerse de hombros antes que dar marcha atrás hasta el momento en que el alumno descarriló.


Por su parte, los padres del mal alumno raras veces saben afrontar el problema y plantearse seriamente la búsqueda de una solución. La falta de tiempo o la desilusión les llevan a mirar para otro lado, fingiendo que todo está bien, o a estigmatizar al estudiante, augurándole el más negro de los destinos como consecuencia de su ignorancia e ineptitud.


Como consecuencia de las actitudes de quienes deberían ayudarle, el joven abandona por completo cualquier esfuerzo. Convencido de que estudiar no va con él, deja que crezca sin cesar la muralla que lo separa de sus compañeros, profesores y padres. Los esfuerzos que debería emplear en formarse, se le van en encontrar excusas que le justifiquen ante unos y otros, una agotadora tarea que, sin embargo, no le reportará más que insatisfacción.


Aunque Pennac apunta que el mal alumno existe desde el principio de la educación pública, a la que parece inherente, no deja de señalar la parte de culpa que en los últimos tiempos puede tener en el fracaso escolar la pérdida de valores de nuestra sociedad, que ha convertido a nuestros niños y adolescentes en consumidores de pro, incitándoles a adquirir productos (con un dinero que aún no ganan) y sin darles tiempo a que se hagan con los conocimientos y la madurez necesarios para desarrollar un criterio propio.


Pero, afortunadamente, hay profesores y familias que se implican, esforzándose en derribar la barrera que los malos estudiantes levantan en derredor. Les convencen de que no son unos fracasados, de que estudiar y aprender sí va con ellos y les demuestran que el futuro les tiene un lugar reservado. A base de hacerles comprender que al conocimiento se llega por los pasos contados, que cada clase o cada hora de estudio es importante en sí misma, sin tener que medir continuamente el conjunto, logran, por ejemplo, que un mal alumno se convierta en un profesor y novelista de la talla de Pennac.
Hoy les presentamos a todos nuestros lectores a uno de los autores que nos ha ido acompañando a lo largo de estos años de formación:
Daniel Pennac



Euno de los escritores franceses más importantes del momento. Nacido en Casablanca, Marruecos, en 1944, es docente de literatura, labor que combina con su carrera narrativa. 

Nacido en una familia de militares, se crió en África y el sudeste asiático. Su juventud la pasó en Niza, donde estudió letras y se dedicó a la enseñanza.

Su título más famoso es “Como una novela” (1993), es una enumeración de los derechos de los lectores. Esta obra indaga en el proceso de construcción de la literatura, buscando el placer de la lectura. Para esta obra se apoya en su experiencia como docente.


Una de las características más sobresalientes de la escritura de Pennac es el fantástico sentido del humor, su capacidad de reírse de sí mismo y del mundo. Sus personajes son atractivos y auténticos, y marca la presencia, una inocencia curiosa. 

jueves, 1 de diciembre de 2011

Jorge Luis Borges

Es un escritor argentino que produjo literatura fantástica. Su literatura se nutre mediante símbolos:

La biblioteca (representa el universo – el universo se convierte en biblioteca – “La biblioteca de babel”)

El laberinto (Se vincula con cierta imagen escéptica, amarga sobre la existencia humana. Le recuerda al hombre su condición de ser pequeño, limitado dentro de un universo que no comprende – sentirse prisionero dentro de ese laberinto que es el universo y del cual no podemos escapar – “La casa de Asterión à el minotauro piensa filosóficamente. Descubre que el laberinto no sólo es una estructura arquitectónica sino el propio universo. La única salida es la muerte, por eso Asterión espera a su salvador, Teseo.)

El tigre (representa el infinito. La belleza y misterio del tigre no puede ser expresado por ninguna palabra. Toma conciencia sobre los límites de la palabra)

Los espejos (La realidad puede ser falsa. Es un símbolo que alimenta un sentimiento de irrealidad; todo podría ser un reflejo, un fantasma, un sueño, algo irreal – “Las ruinas circulares”)

Las espadas (Borges quería ser guerrero, tenía una visión romántica de la vida guerrera. Tenía una pasión o nostalgia por la épica. Este símbolo aparece cuando tiene el accidente de la ventana. Si elige la muerte, elige la muerte épica –duelo, honor- no la muerte humillante en un sanatorio)

Vínculo con Buenos Aires (quería hacer una mitología de Bs. As. Los semidioses serían los compadritos – “Fervor de Bs. As.”)

Lo metafísico – el tiempo – lo eterno (Lo eterno es fuera del tiempo, fuera de los límites del hombre)


Primera etapa borgeana
Tercera etapa borgeana
Influenciado por el movimeinto ultraísta
Influenciado por teorías filosóficas y religión (la que más le interesó fue el budismo)
Se preocupa por el tema de lo nacional (identidad) --> realiza reelaboraciones del Martín Fierro - trabaja con personajes típicos como el malevo, el gaucho gringo
Se preocupa por los temas metafísicos: la vida, el infinito, el ser. Qué es lo real, qué es lo irreal y cómo opera la naturaleza
Relatos de estructura lineal
Relatos de estructura compleja (relatos dentro de relatos o se cuenta un hecho que se repite de otra forma en un tiempo paralelo "El jardín de senderos que se bifurcan")
Estilo personal - estaba interesado en dejar su huella personal como escritor
Estilo impersonal - quería recuperar la forma de contar de los viejos narradores
Hay elementos informativos dentro de los relatos
Las referencias y citas históricas se vuelven mucho más precisas y constantes (elementos informativos en igualdad o superioridad con lo narrativo)

Julián  M. Cánepa

martes, 29 de noviembre de 2011

Algo Contigo

Una linda historia de príncipes y princesas

En un pequeño pueblo con mar  donde el silencio era parte de todos, vivía una pequeña niña llamada Huma.
Huma recorría las calles de su pueblo junto a su mamá y le encantaba sentarse junto al mar y jugar a orillas de éste.  Una tarde la mamá de Huma lleva a la niña al mar, ya que era el lugar preferido de su pequeña hija, en aquel lugar pasaba horas jugando sin molestar a nadie, esto implicaba que la madre reposara unos minutos para descansar luego de una larga mañana agotadora.
La madre de Huma observando cómo su niña jugueteaba entre la arena y el agua que llegaba desde el mar, cierra los ojos y comienza a descansar. Luego de un rato Huma se acerca  a su madre y le pregunta:
HUMA: - ¿Madre porqué el mar es tan grande y profundo?
MADRE: - Porque  dios lo hizo así, hija. Para esconder grandes tesoros que solo serán encontrados el día que la princesa encuentre a su gran amor.
HUMA: - ¡y cómo es eso! Exclamó la niña, queriendo que su madre le contara un poco mas de esa historia.
MADRE: -Cuenta la historia, que en un viejo y pequeño pueblo con mar, vive una adorable princesa  la cual espera por su amado, el cual un día marchó en busca de un gran tesoro escondido en alguna parte del mar y juró regresar por ella. Pasaron los años y el mar cada vez fue haciéndose más y más grande, más y más y profundo, pero su amado nunca llegaba.
Se dice que la princesa pasaba horas a orillas del mar en espera de su amado, que cada noche contemplaba su sonido creyendo que así llegaría. Se cuenta también que un día se la vio a ella muy triste, llorando porque sabía que había perdido a su prometido, que él jamás regresaría  y que se había marchado con otro amor.
HUMA: - ¿Y qué fue lo que pasó en verdad? ¿Regresó su amado?
MADRE: -Hay quién dice que ella quedó sola y hasta enloqueció. Que esperó y espera por su amado y que ella sabe que él volverá. Hay quienes dicen que cada noche la ven a orillas del mar esperando que llegue el momento de reencontrase con su prometido, que lo espera con el mismo vestido azul que cuando él marchó. Hay otros también, que dicen que ella murió de amor, que lloró años por su amado que aún no regresaba y que un día la encontraron a orillas del mar dormida, con la tez blanca y que en su mano sujetaba una foto de él.
Huma que había escuchado muy intensamente la historia que su madre le había contado, algo curiosa por aquella historia de amor no resuelta, con un final no muy agradable para ella, mirando al mar y después de un largo suspiro, le dice a su madre:-¿ Sabes que madre? Yo creo que  él y ella están en otro lugar, que con todo el oro que su príncipe encontró se fueron a una isla y allí vivieron felices para siempre.
MADRE: - Yo creo también en ese final hija, pues una historia de amor de príncipes y princesas merece un gran final feliz.
Y así  madre e hija se quedaron un tiempo vislumbrando el mar. Luego la madre toma de la mano a Huma y juntas marchan rumbo a su hogar.
 La niña feliz por el final que ella misma había creado sonriendo le dice a su madre: -mañana volveremos y me contaras otra gran historia de príncipes y princesas pero el final lo cuento yo.

Construyendo verdades


Este relato transcurrió en una escuela bonaerense situada en el conurbano. La docente que me redactó la historia se llama Mabel y tiene 58 años, de los cuales 25 ha vivido en la escuela.
La historia, como bien dije con anterioridad, se suscita en una escuela del gran conurbano bonaerense, más precisamente en el partido de Vicente López. Algunos imaginarán una escuela sitiada por la violencia y los asaltos, periférica a un barrio marginal y con alumnos que no tienen la mínima perspectiva de continuar su vida mañana. Sin embargo, nada tiene que ver esta escuela pública con aquella que imaginamos. La escuela número 206 de Vicente López, es una escuela humilde, es verdad, pero no es una escuela desmembrada, no es un lugar de desencuentros y debilidades, aún cuando en su interior se perciban diariamente rasgos del afuera desigual e injusto.
Mabel es docente del área de lengua, en ese entonces estaba al frente del 4° año de la vieja secundaria y tenía a su cargo 35 alumnos adolescentes con diferentes situaciones de vida, distintas necesidades y muy diversos niveles de prioridades. Sonó la hora de ingresar al curso, era la media mañana y Mabel tenía preparada una clase de historia de la pre conquista para obsequiarles a sus alumnos.
Ahí estaba Andrés, un adolescente de 16 años con muy pocas perspectivas de futuro (según lo que se comentaba en la sala de profesores), entonces Mabel comenzó a relatar la historia de aquellos pueblos originarios, de sus culturas, su religión, la identidad relacionada con nuestra cultura, etc. Perspicaz en la ardua tarea de enseñar, Mabel observó que, precisamente Andrés estaba prestando mucha atención al relato que ella estaba haciendo de esas sociedades antiguas. Entonces, al finalizar la clase Andrés se le acercó y le preguntó cómo podría seguir investigando por cuenta propia acerca del tema; Mabel esperanzadoramente sorprendida le dió una infinidad de títulos de libros en donde podría saciar sus ansias de arqueólogo.
Pasaron muchos años hasta que Mabel pudo dar nuevamente con su alumno y un día al salir del quiosco que quedaba en la esquina del colegio, ambos se encontraron en una sonrisa cómplice. Andrés ya no era un adolescente sin futuro, todo lo contrario, le confesó a Mabel que a partir de aquella clase algo se despertó en él y que, al finalizar la escuela secundaria, decidió estudiar la carrera de Arqueología. Se mudó a San Juan cuando tenía 20 años y en la universidad de esa provincia  se recibió de arqueólogo.
Mabel sintió una gran satisfacción al escuchar aquel relato, pues recordaba aquellas mañanas de desolación cuando entraba en aquel curso y era cómplice del desinterés que demostraban algunos alumnos. Ese día, cuenta Mabel, “yo sentí que el esfuerzo valió la pena, porque pude lograr que aunque sea uno, de todos aquellos, consiguiera torcer el curso de su destino y emprendiera un nuevo camino. De eso se trata la tarea de educar, de conseguir lo inalcanzable, de torcer voluntades, de lograr despertar el interés del alumno por aprender”.

El principio del fin


Esta historia transcurrió durante una clase de matemáticas. Cursaba yo el noveno año del ciclo polimodal en la escuela media de mi pueblo. No recuerdo con exactitud la hora del encuentro, sin embargo puedo precisar que fue a media mañana, durante el primer recreo.
Me quedé en el aula, puesto que nunca fui demasiado compinche de mis compañeros de curso. Aproveché los escasos minutos de tranquilidad para sumergirme en las memorias del ser más siniestro que pudo haber conocido la humanidad luego de la caída del Ángel negro. El libro que para ese entonces me estremecía, me llamaba y se apoderaba de mí, tenía contextura gruesa, hojas ásperas de color amarillento, letras medianas y negras; de su interior emanaba todo el misterio oculto del principio del fin. Su tapa era negra aunque resaltaba un color rojo intenso, un rojo similar a la sangre cuando se apaga y en el centro de la tapa, como indicio de la desgarradora historia que en sus hojas contaría el libro, la cara de Adolf Hitler asomaba impaciente, como esperando que lo conociera, que escuchara lo que tenía para contarme.
La obra se titulaba “Hitler: la conspiración de la tinieblas” y narraba cada pensamiento del dictador desde pequeño, su historia y el misterio que escondía su plan siniestro. Desde pequeña sentí interés por descubrir alguna razón (si es que existe) de tan macabro plan, intensificar los sentidos para intentar revelar la inhumana manifestación del mal, cuál fue la razón justa del destino inexorable que planeó tan funesta desgracia, tan inexplicable consecuencia satánica.
Entonces, estaba yo leyendo apaciblemente cuando sentí la necesidad de ir al baño, por lo cual dejé mi libro reposando en mi pupitre. Al regreso, me encontré sin mi libro en el banco, armoniosamente reposado sobre las manos del profesor de matemáticas (con el cual nunca logré entablar lo que se dice un vínculo). Ahí estaban ambos, mi libro tan sobrio e intrigante dejándose descubrir por la mirada desconcertada de aquél que representaba la autoridad en ese absurdo momento de mi historia colegial. Me acerqué sorprendida hacia él, intentando recuperar aquello que era de mi propiedad, es decir, mi libro de historia.
Al acercarme al profesor, su mirada se clavó en mí con un halo de desautorización y desprecio, como intentando incomodarme por mi atrevimiento. Ante tanta simulación de desamparo, simplemente me quedé inmóvil esperando que se dignara a devolverme el libro. Transcurridos algunos segundos el profesor cerró el manifiesto y, mirándome con intimidación, arrojó el libro hacia mis manos no sin antes advertirme acerca de esa historia y sugiriéndome que debía tener cuidado con lo que leía. Sin más, tomé mi obra y regresé a mi pupitre, un tanto decepcionada por la reacción de mi profesor de matemáticas y sintiéndome totalmente profana por el solo hecho de intentar descubrir una verdad tan misteriosa y siniestra.
Han pasado los años y aún sigo esperando que llegue el momento en el que pueda tomar valor para retomar aquella lectura. Algo absolutamente incierto se genera en mí cada vez que intento volver a descubrirlo.  Quizás surge del temor de lo establecido, de la aberración que me genera esa parte de la historia, quizás sea el desencuentro permanente con esa parte incomprensible de ese hombre que mató, desestimó, desintegró a millones de otros seres humanos. Quizás mi temor surja de la posibilidad de leer esas líneas y descubrir que la historia se vuelve a repetir  y que aquel suceso no fue sino el manifiesto del principio del fin.

La Cursiva y Los Libros

        No recuerdo con exactitud cómo fue que aprendí a escribir, pero quizás recuerde mis primeras experiencias con la cursiva.
Recuerdo a mi maestra de primer grado en el primero o segundo día de clases. Caminó hacia mi banco con un pequeño papel en el que estaba escrito mi apellido, y me exigió, como actividad, copiar aquella inscripción pero en mi cuaderno.
El papelito, que curvadamente presumía contener mi apellido, llevaba entre sus letras las dos eres de “Monrroy” graficadas con una ínfima diferencia. La primera ere tenía una suerte de “globito” en la parte superior izquierda; y la segunda, carecía de globitos, o quizás, pensaba, el globito existía, pero era tan pequeño como indescifrable.
De esta manera comprendí que obviando el tamaño, el orden y/o la existencia de los globitos en las eres de “Monrroy”, estaría escribiendo mal mi propio apellido.
Una vergüenza.
Quizás me castigarían por no saber graficar parte de mi propia identidad. Siempre creí que cada nuevo lugar sería mucho más estricto que el anterior, y casi siempre, cambié de parecer.
Cuando tuve la oportunidad, dejé de usar la cursiva para siempre, o casi siempre.


Y es cierto que no tengo mucha memoria, tampoco recuerdo cómo fue que aprendí a leer.
Mi madre me dijo que aprendí bastante rápido, y que leía cualquier cosa. Cualquier cosa menos libros.
Mi primera novela fue “El Alquimista”, como a los 14 años. Lo único que había leído antes habían sido algunos fragmentos de “La Biblia” en el catecismo, y un pequeño libro en el que, por unos pesos, uno podía ser el protagonista de una “Aventura Mágica”.
Después del “Alquimista” leí un par de novelas más de Coelho, eran los libros que solían comprar en mi casa, y me gustaban bastante, aunque, un poco, no sé por qué, me hacían acordar al catecismo. Fue así que empecé a comprar mis propios libros.
Los libros, más sus autores, fueron (y son) maestros que me enseñaron (y me enseñan) “otras cosas”. Gracias a ellos aprendí cosas por demás útiles, y cosas que, aún hoy, no les encuentro demasiada utilidad. Aprendí que el dinero es un don que de nada sirve hasta el momento en que nos separamos de él, entendí las revoluciones a través de chanchos y perros, comprendí que hay ciertas palabras que hay que ser sacerdote o tonto para emplearlas con alguna dosis de confianza , aprendí a diferenciar una casa de un caballo (gracias al tejado de la casa), que es preferible cien palomas volando en una mano, que mirar no es comprender, que el hombre fue creado el 23 de octubre de 4004 A.C. a las nueve de la mañana, que Sócrates fue mortal, ya que efectivamente ha muerto, que no porque Sócrates haya sido mortal todos los hombres deban serlo,  comprendí el secreto de la ruleta, y aprendí que, Jesús, sabe revelar esos secretos a los que tienen el alma llena de santidad, y también a los idiotas.
Mis amigos dicen que compro libros para hacerme el “intelectual”, y es lo más probable. Siempre me gusto más el fútbol que los libros, y sin embargo, nunca me compré la camiseta de Boca.



Ezequiel Monrroy

"El Arte de Amar" de Ovidio

por JULIÁN M. CÁNEPA

INTRODUCCIÓN: Breve biografía de Plubio Ovidio Nasón
Nació el 20 de marzo del año 43 a. C. en Sulmona, Italia. Era caballero de rancia estirpe, de cuya antigüedad se sentía orgulloso. Su padre fue propietario de fincas y murió a los noventa años, poco antes que su madre. Cuando esto ocurre, Ovidio hereda todas las posesiones, por lo que pudo vivir sin preocupaciones y viajar a diferentes lugares como Atenas, Asia Menor y Sicilia, donde completó sus estudios, dedicándose  plenamente a la poesía (y no a estudios de abogacía como quería su padre).
A lo largo de su vida tuvo 3 esposas y gran fama por sus obras, entre ellas podemos mencionar: “Amores” (libro de elegías el cual escribió por influencia de Tibulo y Propercio), “Medea”, “Heroidas”, “Las metamorfosis” y “El arte de amar”, entre otras.
Hasta los cincuenta años vivió en Roma, cortejado por la mejor sociedad de la época (en términos de popularidad, poder y generación de escándalos), incluido el emperador Augusto. Sin embargo, pronto cambió el talante de este último empeñado en restablecer las costumbres austeras y severas de los primeros tiempos de la república. Ovidio cayó en desgracia y, en el año 8 d.c, fue desterrado a Tomis, a orillas del Mar Negro.
Sus múltiples intentos para que le perdonaran la pena fueron en vano y el poeta murió en Tomis en el año 17 d. C., a la edad de 60 años.

TEORÍAS RESPECTO A LAS CAUSAS DEL DESTIERRO:
Son muchas las teorías respecto a las causas del destierro de Ovidio, hay quienes dicen que se debió a la publicación de “El arte de amar”, pero el poema ya había circulado durante diez años, de modo que probablemente se tratara de un pretexto. Uno de las teorías más contundentes puede ser el conocimiento de un escándalo que involucraba a Julia, nieta del emperador, a quien también desterraron. Existen otras versiones que parecen justificar la decisión de Augusto: una de ellas sostiene que Ovidio fue testigo de un acto delictivo del emperador. Otra menciona al poeta como amante de Julia. Quizá haya conocido ciertos secretos de Augusto relacionados con el Fisco. Se cree que, de no haber muerto Germánico, el castigo hubiera sido levantado, pero la ausencia de este y el ascenso de Tiberio terminaron con toda esperanza para el escritor.

CONTEXTO SOCIAL:
Como bien sabemos, en la literatura indefectiblemente se encuentran rasgos de la sociedad, de las costumbres de la época en que fue producida; ya sea para criticarla, para tomar un tema en especial o para evadirse (lo cual tiene una razón). Ahora la pregunta es: ¿Por qué el arte de amar fue considerada amoral? ¿Qué pasaba en la época del imperio de Augusto que Ovidio decide escribir un “Tratado de seducción”?
“El Arte de Amar” es una obra opuesta a la política imperial (Política ético - tradicionalista). La obra fue calificada por el propio Augusto como “El arte de cometer adulterios”.
Augusto quería restablecer los mores maiorum, estas eran las costumbres de los antepasados, eran las virtudes que los romanos consideraban a través de los tiempos como típicamente propias. Algunas de ellas son:
·         Religio à la religiosidad
·         Pietas à cumplir los deberes para con aquellos con que se tenía un deber moral (dioses, padres, etc.)
·         Officium à los servicios
·         Gravitas à responsabilidad y empeño
·         Disciplina
·         Industria à el trabajo arduo

Augusto quería restablecer todos estos valores antes mencionados porque hacía tiempo habían empezado a decaer y estaban desgastando la estructura original de la sociedad romana con una rapidez alarmante.
Comenzaron a haber en Roma “Nuevas Costumbres”, algunas de ellas son:
·         Celibato à los hombres de los últimos tiempos de la República habían empezado a sentir una profunda aversión por el matrimonio, del que huían, y preferían unirse en concubinato con las libertas;
·         Las uniones entre patricios y libertas à en ocasiones, llegaban a hacerlas sus legítimas esposas;
·         Divorcio à era una práctica que se extendía cada vez más entre los miembros de las clases altas. La unión conyugal se rompía tan fácilmente como se había contraído.
Todas estas nuevas costumbres trajo aparejada una grave consecuencia: LA DISMINUCIÓN DE LA NATALIDAD à los matrimonios patricios cada vez eran menos prolíficos y de las uniones entre patricios y plebeyos no podían nacer hijos legítimos, lo que provoca la amenaza de una posible extinción de las familias nobles.
Con el propósito de corregir esas costumbres y contrarrestar sus efectos, el emperador dictó numerosas leyes; estas eran para:
-          Reprimir el adulterio
-          Combatir la soltería y favorecer la natalidad
-          Leyes que imponía a los maridos ofendidos actuar severamente contra sus esposas
-          “Estatuto privilegiado para los padres de 3 hijos” à les daba beneficios como: la reducción de impuestos, la garantía de una carrera política brillante, y algunos otros honores especiales.
Augusto también restauró la religión nacional y atrajo a algunos de los mejores poetas del momento para que produjeran una literatura que constituyera una propaganda efectiva del régimen. Así se formó el CIRCULO DE MECENAS, integrado por Virgilio, Horacio, Propercio, entre otros poetas menores.  Eran un importante “Aparato Ideológico del Estado” e intentaba difundir y fijar la ideología dominante.
Ovidio queda fuera del círculo de Mecenas, y si bien se encontraba inserto en el contexto de la Roma Imperial, se encontraba a salvo de la directa “vigilancia” del poder, y así pudo producir más libremente y fuera del código imperante, lo que lo llevó a plasmar en su obra un retrato muy fiel de su época.

ESTRUCTURA: “El Arte de Amar”

En esta obra, Ovidio da consejos sobre amores fáciles e intrascendentes, “Mi enseñanza es sobre amores sencillos, gozosos, intrascendentes”. La obra se inscribe en la tradición de la literatura didáctica. Está dividido en 3 libros:
Primer Libro à dice a los hombres los lugares en donde pueden conseguir a las mujeres y cómo hacer para conquistarlas.

Segundo Libro à Aconseja a los hombres cómo hacer para retener a la amante.

Tercer Libro à Alecciona a las mujeres sobre cómo permanecer hermosas y seductoras para sus amantes. Pero no a todas: Ovidio excluye explícitamente a las castas matronas y a las vírgenes romanas; él se dirige a las libertas y a las cortesanas, mujeres a las que seguramente no preocupaba al emperador, porque no era a ellas a las que había que corregir y encauzar, sino a las de la clase patricia.

BIBLIOGRAFÍA:
Aguiar, Susana. Prólogo de “El arte de amar” de Ovidio. 1° ed. – Buenos Aires. Longseller, 2004.
Calvedo, Patricia Alejandra. “El arte de amar de Ovidio: Un análisis sociocrítico”. Cuader, Diciembre, Número 16.  San Salvador de Jujuy, 2004.
Fernández Villanueva, Concepción. “El arte de amar: Un análisis sociológico”. Universidad Complutense de Madrid.  

viernes, 25 de noviembre de 2011

¿El currículum da lugar a que podamos enseñar “lo que querramos”?

El currículum es entendido como “un instrumento central en la distribución del saber, ya que en él se determinan los contenidos a enseñar en cada uno de los niveles y las instituciones del sistema educativo”[1]. Sin embargo, podemos hacer una diferencia entre contenidos de la enseñanza, que son aquellos “que efectivamente los docentes transmiten a sus estudiantes”[2], y los contenidos ocultos, que son aquellos “que se enseñan o aprenden y que no han sido explicitados como contenidos a enseñar”[3].
En estos dos últimos centraremos el presente ensayo, tratando de comprobar que el carácter abierto del currículum permite a los docentes transmitir contenidos que no son neutrales, ni iguales para todos los alumnos de la provincia de Buenos Aires que trabajan con el mismo Diseño Curricular en un mismo nivel.

¿Mismo currículum, distintos contenidos de la enseñanza?
Sabemos que el actual currículum es normativo (tiene carácter prescriptivo), es decir que tiene una determinada intencionalidad por parte del Estado y su análisis podría develarnos algunos interrogantes que todo docente debe plantearse antes de entrar al aula: hacia dónde voy como país, qué tipo de ciudadanos queremos, qué futuro queremos. No obstante, el currículum también tiene un carácter abierto, ya que como se lleva a cabo en una situación real admite modificaciones.
Otra de las características que tiene el actual Diseño Curricular es que es común, ya que propone una formación básica para todos, y polivalente, capaz de incluir la diversidad en la propia organización de la propuesta que realiza el docente.
Cabe destacar que es el profesor  la figura fundamental en el diseño de la propuesta de enseñanza. “Es él quien tiene que comprender el funcionamiento de lo real y articular su visión crítica de esa realidad con sus pretensiones educativas”[4] . ¿Y las pretensiones del propio diseño? ¿Se corresponden las pretensiones del docente con las del Diseño Curricular? ¿Puede un docente programar distinto a un compañero que da la misma materia en un curso del mismo año? Si es así, ¿Dónde está la característica de “común” del currículum?
Para ser más claros pasaremos a dar un ejemplo de desglose que un docente de Literatura de 4° año de E.S.S puede hacer a un mismo contenido (Cabe destacar que el Diseño Curricular no presenta desglose de contenidos):

Contenido propuesto por el Diseño Curricular: Cosmovisión Mítica

Desglose n°1: Voces originarias: inca, maya, azteca, mapuche, tehuelche entre otras. Los mitos y su función. . Las cosmogonías. La cultura. Las leyendas: su función y visión del mundo. Las leyendas urbanas. Las leyendas y los relatos míticos.  Personajes míticos contemporáneos. 
Desglose n°2: Mitos greco-romanos. Las relaciones entre los dioses. Las relaciones entre los héroes. Las relaciones entre los dioses y los hombres. Recreación de mitos en los diversos géneros y épocas (teatro, poesía, novela).

Se puede observar de forma clara cómo un contenido propuesto por el Diseño Curricular puede ser desglosado de dos maneras completamente distintas. Podemos decir que el primer desglose tiene una mirada puesta en Latinoamérica y el segundo una mirada puesta en Europa. De esta manera, lo que van a aprender los estudiantes, los contenidos de la enseñanza y, obviamente, los contenidos ocultos, serán totalmente distintos.
A modo de cierre, podemos decir que afortunadamente el currículum es un proyecto de trabajo flexible y abierto a las sugerencias de la comunidad, por lo que podemos participar todos en la toma de decisiones para mejorar la propuesta educativa, marcando “errores” que encontramos al llevar al aula la propuesta del Diseño (uno de éstos es que no se cumple la característica de común) y aportando ideas, métodos o alternativas de trabajo que luego serán puestos en discusión.

 Hay que construir el currículum como el escenario real en el que los alumnos y los docentes alcancen un efectivo desarrollo”[5].

Julián M. Cánepa

[1] Gvirtz, Silvia y Palamidessi, Mariano. “El ABC de la tarea docente: currículum y enseñanza”. Cap. 1. Editorial: Aique.  Pág. 39
[2] Opcit, Pág. 19
[3] Ibidem.
[4] Contreras Domingo, José. (1994) “Enseñanza, currículum y profesorado. Introducción crítica a la didáctica. Akal, Madrid. Cap. 1: “La didáctica y los procesos de enseñanza – aprendizaje”. Pág.47
[5] Davini, María Cristina. “Curriculum” (2000). Cap. 4 “El diseño de un proyecto curricular: construyendo metodologías abiertas”. Apunte de Universidad Virtual de Quilmes. Pág. 16

Reflexión de Reflexiones

Se podría generalizar una opinión y decir lisa y llanamente que es posible estar totalmente de acuerdo con los textos leídos. No obstante, es preciso aclarar que esa respuesta es bastante vaga y globalizadora, y no tiene especificaciones de ningún tipo. De más está recordar que la consigna del trabajo es otra. Por ende, prosigo a extender un poco (aproximadamente dos páginas), la determinante frase “estoy totalmente de acuerdo”:
Tomando el primer texto expuesto en el presente trabajo “Reflexiones sobre prácticas de lectura literaria en escuelas en contextos de pobreza y exclusión social”, se puede decir, primeramente, que resultan certeras y enriquecedoras las prácticas escolares usuales que plantea la autora. Más que nada porque las contrapone a desafíos que puede realizar el docente para mejorar su propia práctica. Cabe preguntarse si es posible lograr los objetivos tentados por Armesto. Por ejemplo, si se amplían las búsquedas de información ¿el alumno las va a utilizar) Y en todo caso, si las utiliza ¿usará el típico método de copiar y pegar o intentará comprender? ¿tratará de asignar un sentido a lo que lee? Si se diversifican las lecturas literarias, y dichas prácticas de lectura comienzan a se cotidianas y no extraordinarias ¿los alumnos estarán interesados?  ¿cómo lograr el interés? Claro que la autora respondería que para eso están las reflexiones sobre las prácticas, reflexiones que se pueden consultar con un colega; recapacitaciones que la Didáctica debería tener en cuenta. Pero querida Armesto, podríamos responderle, estamos hablando de chicos que viven en contextos de pobreza y de exclusión, jóvenes que tienen hambre y que probablemente, cuando uno está intentando arduamente buscar una coherencia a un texto, y de alcanzar la preciada experiencia estética, están pensando en el sándwich de jamón y queso y el vaso de mate cocido caliente que les espera en el recreo. No obstante, probablemente Ana García nos diría que los cambios sirven justamente para probar cosas nuevas, para mejorar, para crear seres pensantes en vez de seguidores de una línea que nos marcan. O tal vez, eso lo diríamos nosotros luego de leer el texto comentado justamente en estas páginas. Porque, sinceramente, si uno se queda “en el molde” pensando en las dificultades que presentan a los niños en el momento de leer son, precisamente, por el medio social donde pertenecen, nunca se va a llegar a ningún lado. Otro punto: resulta interesante remarcar las implicancias a las que la autora hace referencia, ¿por qué? Porque tal vez, si el niño estaría al tanto de que a través de la lectura puede conocer otros mundos (incluso hasta puede conocer el suyo propio), si estaría al tanto que la literatura es parte de la cultura, si tendría conocimiento que a través de las letras puede encontrar una ayuda para formar su propia identidad… tal vez de esa forma, se le despertaría el bichito de la curiosidad y comenzaría a sentir lo que todo lector siente cuando encuentra la experiencia estética.
Llegados a este espacio, resulta indispensable un punto y aparte para poder tomar un poco de aire.
Listo. Se continúa luego, con algunas reflexiones sobre “La lectura como práctica cultural”. Antes que nada, se pueden hacer dos llamados de atención. Por un lado al hecho de que las experiencias y ejemplos citados en el texto, pertenecen a otro país. Dicho país es México. Pero el llamado de atención se realiza, puesto que tiene mucha similitud con prácticas y experiencias que suceden o sucedieron en nuestro país, Argentina. Por el otro, al hecho de que es cierto que existen manuales en los que no se contempla la presencia del docente, y por ende pueden suceder cosas imprevistas. Pero también es cierto que en prácticas con seres humanos siempre suceden cosas inesperadas, ya que siempre fuimos, somos y seremos, seres imprevisibles.
En referencia a los cuatro ejes, resultan productivos ya que la autora reflexiona sobre cosas que uno ve y no piensa. Como por ejemplo como se evidencian las maneras de leer de cada persona gracias a las marcas y/o huellas, que se dejan irrevocablemente en él. Se puede destacar algo que queda inevitablemente explícito: que también quedan impregnados, en los materiales impresos, rastros de las maneras de no leer. Y sinceramente, en etas dos páginas se opina que los libros totalmente ilesos de torturas humanas, son lindos nada más cuando son nuevos y todavía se puede sentir ese aroma a virginidad. Luego se sabe que ese libro ya fue usado y a veces hasta se miran las huellas con cariño.
Regresando a Rockwell y su texto, se encuentran similitudes con el de Armento, puesto que en ambos se hincapié en la diversidad de textos, en enriquecer las prácticas docentes y se resaltan hechos que suceden usualmente en las aulas, marcando también que existen vías para el cambio.
Tal vez sea verdad, tal vez haya que cambiar, y en este preciso momento nos encontremos en un proceso de reflexión, en donde se aproxima una nueva visión de  la cultura letrada. Tal vez exista tanta cantidad de gente pobre, y de gente pobre e ignorante, y no ignorante pero si menospreciada, quizás inconscientemente, por su condición (causa por lo cual muchos docentes ni siquiera intenta iniciarlos en el mundo de la lectura cotidiana), que hayamos tocado invisiblemente el fondo. Y estas nuevas ideas de cambios sean la punta de un iceberg que de a poco comienza a salir a la superficie- Acaso cabría preguntarse si estas ideas de cambios en la mentalidad del docente (y de la gente en general, porque animarse a más siempre da pereza), hayan estado siempre en las mentes de pensadores a través del tiempo y da la casualidad que nunca leímos a ninguno, salvo aquella vez…
En todo caso, en estas últimas líneas, en donde uno se da cuenta que dos páginas no alcanzan para plantearse un “estoy totalmente de acuerdo”, aunque…








Nota:
            La reflexión presentada en la página anterior se vio afectada por falta de páginas en la consigna del trabajo.




En realidad, todo es parte de la reflexión. Porque quizás, lo ideal es que uno debería animarse a pasarse unas líneas para completarse a sí mismo, para ayudar a completar al otro. Pero eso sí, sin perjudicar a nadie en el camino.

El final de la reflexión es el siguiente:
“(…) sinceramente lo esté. Porque en la vida, como en el papel, las cosas hay que reflexionarlas para contemplar que el cambio puede ser posible”.

Fin
Jesica Pignalberi

Bibliografía:
Armesto, Ana María, “Reflexiones sobre prácticas de lectura literaria en escuelas en contestos de pobreza y exclusión social”.
Rockell, Elsie, “La lectura como práctica cultural: conceptos para el estudio de los libros escolares”. México 2001.